Hoy
me levanto, sin duda, con una derrota más. Quisiera contarlas, pero no las
recuerdo todas. Caen en el vacío de la nada. En la opacidad, de aquel gris
oscuro que deriva la ilusión.
Si
el único compañero (que hasta hora tengo) es el amargo café, diría que no me
sienta del todo mal. Es adictivo, soberanamente arrogante y en cantidades
grandes, cómo yo lo tomo, hace daño.
Seguramente
entre estas líneas se dibuja una verdad alarmante. Este café muta muchas veces en
persona, es adictiva, intensa y dolorosa ¿No es así?
Quizás
sólo eso puede despertarme de la gran letargia acumulada. Del rebrote de
sonrisas guardadas, empolvadas con el tiempo, que al parecer hoy tampoco
despertarán...
[am]
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